
Me piden matrimonio apenas pongo un pie en el primer stand. Me tientan en cada esquina, me alcanzan frutas abiertas, entregadas, jugosas, solo para mí. Crujen las sandías saludando, brillan los gajos de uvas, gritan en sus puestos los viejos lindos, esos viejos sin dientes pero con sonrisa. Silban, cantan , ofrecen, ríen y la mañana, por instantes, es una fiesta.
Hay cosas que sobreviven aún en esta selva de cemento.
Y por ratos me olvido de mi auto, las cuentas, la ropa por lavar y los malos ratos.
Me transformo de nuevo en una niña...
la mano chorreando un damasco, el pelo con olor a albahaca y unas ganas terribles de comer esos tomates grandes y firmes como manzanas.
Vamos a la feria? te propuse hoy y te reíste.
No te imaginas qué ansias...
Sigue siendo niña con luciérnagas en la cabellera.
ResponderEliminarY que te chorree el jugo de frutillas por las comisuras de los labios...
Hace años que no voy a la feria. Después de tu posteo, el Domingo voy sin falta. Tengo que recuperar el olfato y otras cosas.
ResponderEliminarPues yo he de confesar que jamás he visitado una de esas ferias donde los tomates son tomates y los melones se pueden abrir y las manzanas oler. Tengo un enorme poster de uno de esos mercados llenos de colores, donde a lo más que llego es a saborearlo con mi mirada llena de ansia.
ResponderEliminarQué grande es a veces lo sencillo!
Un abrazote.
Hoy me dejaste un hermoso canto a la vida. Abrazos.
ResponderEliminarVivi es experiencia hace poco, es bella, saludable.
ResponderEliminarBellisimas tus letras
Te abrazo
MentesSueltas
Acepto tu invitación cuando quieras: me visto de infancia y le pido a mi abuela que nos lleve de la mano. Me compraré una rosa de los vientos y una gorra de capitán, como solía. Luego jugaremos durante la aburrida siesta de los mayores, y quizás soñemos con ser lo que somos. Gracias por este paseo por la niñez, los duraznos estaban exquisitos...
ResponderEliminar