domingo, 1 de junio de 2008

Final

Recuerdo cuando mi amor era un edificio gigante. Mis brazos alcanzaban el mundo entero. Mis ojos la luz del faro a medianoche. Todopoderosa, inmensa, inagotable.

Ahora, de mañana, una vez que ya te has ido, justo antes que levante el sol, voy tajando en el calendario los días que faltan para que te vayas. La horas se suceden en la estúpida búsqueda de algún motivo por el cual hablar de nada. Ajustándose a la rutina ilógica del pre-abandono. Sintiendo que me muero cada segundo que avanza, cada maldita noche que nos atrapa. Y nos quedamos mirando la cama. No sabes cómo desvestirte, mientras yo bajo los ojos y me muerdo los labios. Dormimos sin tocarnos.
Lo tristemente divertido es que hay solo un momento de paz cada día y es cuando te quedas dormido. Poso mi mano en tu brazo y tú, como por reflejo, la atrapas entre tus manos y la aprietas un segundo contra tu pecho...y ya nunca más logro conciliar el sueño.

4 comentarios:

  1. ¡Qué bello escribes!

    Antes de irme por dos días pasé por aquí y encuentro esta maravilla (escucho, entretanto, de Anton Dvorak "Canciones que me enseñó mi madre").

    Siento a mi alrededor, quizá por ser invierno, un tiempo de alondras muertas, náufragos que cantan canciones de olvido y nieve, puentes levadizos cubiertos de musgos...

    Pareciera estar viviendo dentro de una película blanco y negro, y en una distante ciudad junto a un río que se hiela y donde caen pájaros con las alas rotas...

    Nunca somos previsores, en verdad.

    Deberíamos construir en medio del invierno una taberna con una gran salamandra e invitar que vengan todos los amigos (los que han muerto que resuciten hermosos y resplandecientes). Y que el vino fluya desde el corazón de la tierra. Y que viejos poetas reciten en latín. Y que alguien le susurre a uno que la novia amada en la juventud ha regresado para quedarse.

    Que nuestro padre cabalgue a través de la lluvia y nos traiga avellanas y hermosos libros de historias de tesoros y aventuras.

    Que nuestra madre nos asegure que nunca morirá y que no se fugará con el extraño que llegó herido al pueblo.

    Y que la belleza de la vida nos ayude a cruzar el invierno...

    Un abrazo.

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  2. ah pues, bien dicen que todo tiene su final...

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  3. Esas pequenias cosas tan molestas que son las que van marcando el momento de los finales por venir, a veces tan desagradables, a veces tan ofensivos, a veces tan pasivos que pareciera que no paso nada.
    Buena tu manera de ver las cosas....

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  4. Principio y final de una historia de amor. Abrazos.

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