viernes, 16 de mayo de 2008

Una joyita para Mentecato

Te dejo aquí un regalito, brujo de loros, duendes y lenguas.
De Gonzalo Rojas para Teillier.
Junta tus manos, que no resbale, te digo mientras me río como una niña y como niño dejas caer todo lo que llevas, estiras tus manos ansiosas, sucias y curiosas. Tus ojitos se iluminan y sonríes con dientes grandes y blancos...


Pacto con Teillier (Gonzalo Rojas)
1. Lo que pasa con el gran lárico es que nació muerto de sedy no la ha saciado,ni aun muriéndose la ha saciado, ni aun yéndosebarranco abajo en Valparaíso este lunes, ni aun así la ha saciado dipso y mágico hasta el fin entre los últimos alerces que nos van quedando, -¡yo también soy alerce y sé lo que digo!-: lo que nos pasa con este JorgeTeillier es que ha muerto.
2. Y yo aquí sin nadie, vagamundo sin él, en el carruselde la Puerta del Sol, vacío entre el gentío, errando por error, andando-llorando como habrá que llorar hombremente en seco -la pena araucana al fondo- a un metro del mentidero de Madrid bajando por la calle del Arenal a la siga de Quevedoque algo supo de la peripecia del perdedor, y algo y algo de las medulas que han gloriosamente ardido.
3. Ay, polvo enamorado, ya este loco habrá entrado en la eternidad de su alcohol que era como su niñez, ya habrá bebido otra vez sangre de cordero bajo la lluvia a cántaros de Lautaro que fue su reino de rey por parición y aparición, ya Lihn le habrá llenado la copa, ya Ese Lihn le habrá abierto la puerta alta al gran despiadado de sí mismo. Aquí le dejo mi pacto que no firmamos a tiempo, la danza de Isadora le dejo, el beso,la risa fresca de Mafalda que no está, laf igura de lo instantáneo de la que pende el Mundo.

martes, 6 de mayo de 2008

Mientras dormías

Creíste que dormía cuando abriste los ojos y me miraste en la oscuridad.
Seguí respirando lento y profundo. Quise engañarte a propósito, mientras mis sentidos afilados inmersos en la noche, percibían hasta los latidos de tu corazón. Tus dedos, pese a tu esfuerzo siempre algo torpes, descubrieron mi cuello, mi pecho y te quedaste allí. Podía escuchar la voz rumiando en tu cabeza. Descifrando si me amabas lo suficiente, si me odiabas tanto, si eran tantas las ansias, si se equivocaba esa sensación nauseosa en la boca del estómago. Maldita prisión. Tu garra llegó a mi cuello y apretaste solo un poco.Sentí tus uñas clavándose en mi piel. Seguí sin inmutarme, apagada y rítmica mi respiración, apostando que la pequeña mueca de llanto en mi mentón no percibirías. Tu mano se abrió y tapaste mi boca y mi nariz un rato. Retrocediste y empezaste a llorar en silencio. Tu pecho se sacudía tan cerca del mío. Tus manos tomaron mis muñecas y comenzaste a apretar. Abrí los ojos sin mirarte, fijando los ojos al techo. Suéltame , bestia, susurré apenas. No me soltaste, apretaste aún más. Tu llanto cada vez más fuerte, tu espalda quebrada. Mírame, ordenaste en un grito ahogado. Toda la rabia de mil años, de todas las vidas, de todos los hombres, de cada noche desvelada, de cada sonrisa no correspondida, de cada pérdida, de cada deslealtad, de cada falta, error, trampa, espera, promesa incumplida, se condensó en una sola mirada. Tiré tan fuerte mis brazos hacia atrás, que tus dedos quemaron mis muñecas.
Me incorporé en un segundo y puse mi cara contra la tuya, mis ojos duros e hirientes, secos y lascerantes en tus ojos rojos y arrepentidos, tristes y estúpidos.
Y reí, reí, reí....
Y mientras tú te apoyabas contra la pared, yo me recosté de nuevo y dormí por fin como un bebé recién nacido.